Si aún no han viajado en el tren eléctrico, los invito a hacerlo. La experiencia es alucinante no solo porque tienes la ciudad a tus pies, sino porque al hacerlo te das cuenta de que muchas de las prácticas de la tan arraigada 'cultura combi' se encuentran reflejadas ahí, pero algunas otras se encuentran en progresiva transformación. Este moderno transporte masivo más allá de movilizar a muchísima gente en tiempo récord ha llegado para imponer nuevas formas de sociabilidad que eran casi imposible desarrollar en el transporte convencional. ¿Nos enfrentamos quizá a la pronta desaparición de la “cultura combi”?
Parece poco notorio pero, de hecho, solo con la llegada de la línea 1 del metro de Lima la sociabilidad de al menos un grupo de personas (asiduas a este servicio) ha tenido que cambiar rotundamente. Uno de estos cambios que más llama la atención fue el hecho de que cuando uno aborda una combi/bus sabe que hay algunas reglas básicas que se deben seguir (por el simple hecho de estar compartiendo un espacio), pero estas son tácitas; es decir, no hay un reglamento escrito ni vociferado constantemente dentro de los buses. Se supone, entonces, que estas reglas están interiorizadas en cada uno de los usuarios; no ocurre lo mismo con el tren eléctrico en donde a la entrada de la estación te espera el reglamento de “sociabilidad" que es constantemente perifoneado dentro de la estación y dentro del tren. En este sentido, como sucede con cada novedad, las transformaciones y adaptaciones se hacen evidentes; en este caso, a partir de una nueva dinámica de aprendizaje social, pues aquí uno no se comporta como cree que es correcto comportarse, aquí hay reglas y hay que respetarlas. Por otro lado, también es muy probable que este tipo de medida sea provisional debido a la novedad que implica la llegada de este transporte. Por ejemplo, en el subte de Buenos Aires no hay por ningún lado este tipo de reglamentación ni impresa, ni perifoneada, lo cual me hace sospechar que los pasajeros ya interiorizaron dichas reglas de “sociabilidad”, pues recordemos que Argentina fue uno de los primeros países en contar con este tipo de transporte masivo.
Así, la importancia de la llegada del tren electrico a Lima, más allá de brindar un servicio rápido y alternativo al transporte convencional reside en introducir a la población a una nueva manera "moderna" de vivir en sociedad; en donde para ser parte de este servicio se exige determinadas normas de comportamiento que, en muchos casos, son adaptaciones de prácticas ya conocidas y ,en otros, nuevas prácticas que deben ser interiorizadas. En ambos casos el resultado es el mismo, pues se proyectan en prácticas más generales que superan la barrera de espacio y se extienden hacia otros escenarios de sociabilidad.
No obstante, la vigencia de ciertas prácticas arraigadas en la popular 'cultura combi' dentro de la dinámica de sociabilidad que implica viajar en el tren eléctrico son interesantes de analizar, pues no necesariamente se proyectan de la misma manera, sino que se adaptan e incluso se encuentran dn progresiva transformación. Una de estas prácticas, quizá bastante obvia y representativa, es que el “compartir espacio” se desarrolla de otra manera en el tren: casi el 90% de personas viaja de pie y todos (en teoría) los asientos son reservados para embarazadas, personas con niños, adultos mayores; entre otros. Ante esta situación, la idea de “hacerse el dormido” (sobre todo en hora punta) y no ceder el asiento quizá no funcione tanto como si se hiciera en el transporte convencional en donde otra persona podría pararse y dar su asiento. En este caso, ante la escasez de asientos, las otras personas sentadas son de la misma condición que la persona que se encuentra de pie pidiendo el asiento reservado; así, hacerse el dormido no funcionará, pues rápidamente aparecerá una turba de personas que reaccionará contra esta mala actitud. La constancia de este tipo de situaciones poco a poco ha logrado que ahora la gente que sube en las primeras estaciones deje los asientos libres y se ubique de pie en algún lugar cómodo teniendo muy claro la exclusividad de los asientos. Aunque claro, esto no siempre pasa con todas las personas, hay algunas a las que no les importa para nada, pero a grandes rasgos creo que sí podemos hablar de un cambio respecto a la mentalidad de la gente que ahora es consciente de la necesidad que tienen ciertas personas para utilizar los mencionados asientos. Pero lo más resaltante es que poco a poco comienza a aparecer esta idea de convivencia "momentanea" en cada viaje, en donde se deja de lado la individualidad tan característic del transporte convencional.
Otro problema que se traslada desde la ‘cultura combi’ está relacionado a una de las características más llamativas del tren eléctrico: la rapidez. Y es que el hecho de poder llegar más rápido a donde sea, nos hace olvidar de que no somos los únicos que ansían hacerlo. La hora punta siempre es el mejor escenario para analizar este tipo de situaciones porque todas estas prácticas se vuelven más explícitas. El escenario es el siguiente: gente amontonada dentro y fuera del tren; estos últimos pugnando por entrar a como dé lugar. Adentro, las respuestas más comunes son: “no hay espacio”, “sal más temprano, pues”, “no empujen”, “bájate, no va a cerrar la puerta”; pero a nadie se le ocurre que quizá acomodándose un poco más podría entrar al menos un par más de personas que lamentablemente viven cerca de una de las estaciones más concurridas. Sin embargo, a veces, cuando no hay espacio, no hay espacio y de nada vale obstaculizar la puerta con la intención de que mágicamente cierre, mientras se retrasa el viaje 5 minutos. Con esto, la crítica va también hacia la gente que está del otro lado de la puerta quienes en los 10 o 15 segundos en los que se abre la puerta para la subida o bajada de personas, no esperan a que bajen los pasajeros, sino que se meten a empujones con la idea desesperada de que el tren los va a dejar, pero ¿qué hay con los que bajan? A ellos también los puede dejar el tren y pasarse de estación.
A grandes rasgos creo que el impacto de la llegada de un transporte masivo como este ha sido positivo; de hecho con la construcción de las otras líneas es muy probable que los cambios de sociabilidad que vemos en solo un sector de la población, asidua a este transporte, podrían extenderse. Sin embargo, todavía hay mucho por hacer, pues no se trata solo de que la población aprenda la dinámica que implica este servicio, sino que también este sea digno, seguro y eficaz para los usuarios. Quizá sea momento de que la Línea 1 comience a ser consciente de sus fallas, pues estas podrían volver a desatar los mismos problemas del transporte convencional si la capacidad de los bagones sigue siendo insuficiente, si solo funciona una máquina de recarga en estaciones muy concurridas o si los controladores toman el lugar de "acomodadores" como un rezago de la típica accion de cobradores de combi.